Los antiguos deben haber recurrido a temibles prácticas con el fin de hacerse fuertes, de entrar en contacto con la crudeza de la vida desprotegida. Llevaban tiempo conjurando sus visionarios terrores en el entorno controlado del rito para pertrecharse de amuletos para cuando el verdadero mal los acechara.
Nosotros, los modernos, ya no disponemos de este valioso arsenal cultural. El psicoanálisis a duras penas a podido enseñarnos la danza de las palabras y el valor de su conciencia.
Seguimos desnudos. Sólo que ahora recubiertos con mucha ropa fina, música y youtube. Cada vez podemos afrontar menos las batallas de la vida humana. Lo natural no viene en un frasquito verde con olor a menta. No hay antídoto que pueda ayudarnos a salir airosos del porvenir. Los procesos inevitables de la vida son en extremo duros, son violentos y hasta sangrientos. Nada de lo que nos digan puede amortiguar su impacto.
¿cómo es que no hay preparación cultural para parir? ¿para abortar? ¿para sufrir? ¿para enfermar? ¿y morir?
No me sorprende que luego se arregle todo con cirugía y anestesia, y pastillas muchas pastillas.
No me malinterpreten, no tengo nada en contra de los avances tecnológicos, de la medicina. Al contrario. Sin embargo, no estamos preparados. Por más calmantes que nos pasen, no podremos evitar el momento donde sea nuestro propio ser quien tenga que resolver su destino. Perdimos la vida natural, perdimos las prácticas culturales que nos acompañaban en la crudeza de la carne y estamos rodeados de artefactos que no pueden sustituir nuestra propia supervivencia.
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Aborto espontáneo. Es como una menstruación fuerte. Puede que expulses algunos coágulos.
A cargo de todo eso, a tientas, sin saber demasiado. Sola muchas veces. Nadie te va a ayudar. No te podés ni mover, ¿a dónde vas a ir?
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