"Hay que dejarla hacer lo que quiera"
La vida en su tránsito hacia dejarnos, no deja de afirmarse cuánto más próximo está su destino.
Obstinada en vivir, la abuela está furiosa. No entiende por qué tiene que dormir la siesta. Odia, siempre odió, ocuparse de la cosas de la casa: le molesta cocinar, limpiar, ordenar.
Por el contrario su vida, siempre pasó por otro lado. No fue junto a sus hijos, ni junto a sus nietos, ni siquiera junto a sus maridos que su ser se conmocionó y encontró sentido. Todo eso no fue más que un marco, muy provisorio, a la verdadera vida.
A pesar de los años, del cansancio físico, los olvidos a los que la somete su memoria enflaquecida, su lucha contra el mundo es incesante. Sea una causa humanitaria, ecológica (la guerra del agua), económica, la abuela va. Le duelen todas las vértebras de su columna astillada, pero no se pierde una marcha, un encuentro, una panfleteada.
No soporta los centros de jubilados, el tema de juntarse con lo que ella llama "los viejos", no le va. Se queja de los viejos babosos, de los viejos codiciosos. Después de todo ella no es una pensión, es una mujer. Prefiere entonces asistir a donde hay de todo, se siente una más. Es diversa, no la encasillen y punto.
En su cabeza tiene una coctelera histórica, donde se mezcla el peronismo, el comunismo, mussolini y el asambleísmo. Es fatigoso tratar de debatir con ella porque sus ideas son una extraña pócima cuya receta no vamos a llegar a entender nunca. Si no embestimos contra este enjambre, es una experiencia divertida escucharla. Menos mi madre, sus vecinos y la administración del edificio, la quieren todos.
Si en algún instante flaquea, y el temor se hace angustia y verdad a gritos, eso, eso no lo cuenta. Tiene sus propios remedios, una clase magistral de eclecticismo posmoderno. Hay lugar para los yuyos, el hongo de la kombucha, el coro de señoras de la comunidad española -al cual no pertenece porque es mitad tana mitad india pero lo mismo va-, la cama ceragem, la terapia de activación celular, la gnosis y el grupo de kumites sanadores. A regañadientes va al médico, y siempre que puede se olvida de dónde puso su medicación.
No puedo rezar por vos, no soy creyente ni soy Charly. Pero te pienso y brindo a tu salud abuela.
Chin Chin.
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