No te recuerdo
los días de sol rabioso
De cielo celeste
que quiebra la mirada
De nubes
brillantes de optimismo
Cuyo aire seco
limpia lo que sea
Esos días
mi vida camina
rápido,
orgullosa,
atareada con las
mil y un cuestiones cotidianas
resolutiva, acalorada,
irreflexiva
hunde sus pies en
la arena firme de las decisiones tomadas
de las
convicciones y la mirada al futuro
los planes, los
esfuerzos.
Son los días de
humedad,
del sudeste
soplando río,
cuando los
pulmones se llenan
con la espesura
taxativa de la historia;
repleta de
miradas perdidas,
en un horizonte
utópico de libertades,
de revoluciones
extraviadas,
con su sentir de
pájara altiva
y olvidada;
alimentando el
sustrato blando
de este estuario,
de estos ríos.
Mirada de puntos
suspensivos,
es tu ausencia
que habla de esas cosas,
de cosas
perdidas,
insatisfechas, elaboradas,
imposibles.
Una bandeja
especialmente preparada,
una fiesta, con
frutas, canciones y banderines;
una bicicleta
antigua, un cine improvisado.
Son quizás días
algo perdidos,
eternamente ambivalentes.
Los que no
vivimos la historia lo suficiente,
estamos en la
sombra de la parra,
en el murmurar
titubeante,
estamos obligados
a escuchar impacientes el relato de aquel exilio.
La presencia del
ausente,
es al fin un
asunto político y también sentimental,
general y
particular,
infaltable
elemento vitalista.
Mi recuerdo lo
atribuye a vos,
así estoy al fin
en paz
con en el
silencio de todos los balcones vacíos.